C. S. Lewis
viernes, 24 de julio de 2009
Clive Staples Lewis fue bautizado el 29 de Junio de 1899 en la iglesia de San Marcos Dundela de Belfast, Irlanda.
Su padre, Albert era notario y provenía de una familia de granjeros de Gales que habían inmigrado a Irlanda.
Había empezado como obrero y terminó como socio de una importante firma de ingeniería y armadores de buques. De talante sentimental, era apasionado y melodramático; tan tierno como lleno de ira,muy al contrario de su madre, Flerence Augusta Hamilton que hacía gala de una mente crítica e irónica.
Ella provenía de una familia de clérigos y abogados y era la hija de un pastor protestante. Esta diferencia tan notable de caracteres en las familias, marcó parte del temperamento y carácter de C. S. Lewis.
Desde su más tierna infancia estuvo rodeado de libros de todas clases, algunos poco recomendables para un niño de su edad. Lejos de ser criado en un puritanismo estricto, Lewis fue enseñado en la rutina de ir a la iglesia y de rezar a su debido tiempo que él, por su parte, aceptó sin un interés especial.
Cuando sólo contaba 9 años de edad, su madre enfermó de cáncer murió. Esta muerte marcó su vida. No sólo le dejó huérfano sino que también le separó de su padre quien, bajo la presión de la enfermedad de su esposa, se había convertido en un hombre hosco con un temperamento imprevisible. A tierna edad Lewis ya había empezado a escribir narraciones fantásticas que ocurrían en un mundo donde los personajes eran animales.
A los 14 años, entró en el Malvern College de Inglaterra, después de haber recibido una educación preliminar en diferentes colegios.
En su etapa final de preparación tuvo la importante influencia de su tutor, un profesor ateo y racionalista. Bajo su influencia fue desarrollándose en C. S. Lewis una conversión gradual hacia la increencia. Un extraño pensamiento ateo combinado con creencias ocultistas fue el resultado.
La imaginación, de un tipo o de otro, jugó siempre un papel preponderante en su vida. La lectura de la obra "Sigfrido y el ocaso de los dioses" lo envolvió en la pasión más pura por lo nórdico, llegando a ser un verdadero erudito en la materia. Durante su época de universitario sus sentimientos hacia la naturaleza se ensalzaron al más puro sentido de lo romántico, desplazando su primitiva pasión por la mitología nórdica que imperceptiblemente terminó por convertirse en un interés puramente "científico".
A finales de 1916 se presentó en Oxford para el examen a una beca. Entró en la Residencia en el trimestre del verano de 1917. Corrían los tiempos de la Primera Guerra Mundial y tuvo que alistarse en el ejército. Fue destinado a Francia y allí, convaleciente de una enfermedad, tuvo su primer encuentro con la obra de G. K. Chesterton. Podría pensarse que debido a su ateísmo, a su carácter pesimista y al rechazo que sentía por todo sentimentalismo, fuera el autor con quien menos congeniase. La realidad, en cambio, fue que lo conquistó inmediatamente. Aceptó y disfrutó de lo que decía en sus obras y sentía el encanto de la bondad que transmitían.
La lectura de las obras de George McDonald, le abrió la frontera a un nuevo mundo, un mundo de beatitud, en donde Dios estaba más cerca de la realidad de lo que nunca antes había vivido. Leer a Chesterton y a McDonald no es lo más recomendable a uno que se dice ser ateo.La guerra terminó para él cuando fue herido por un obús inglés.
Durante su convalecencia tuvo otra experiencia trascendental en la lectura de Bergson. Fue una experiencia que revolucionó su vida emocional y le abrió las puertas a la comprensión hacia autores apasionados a los que hasta ese momento había rechazado.
En enero de 1919 regresó a Oxford y vivió situaciones y momentos que tuvieron una influencia esencial en su forma de ver la vida. Tuvo la ocasión de poder ver que los valores más difíciles actúan en nuestras vidas y cambian nuestro pensamiento. Y esto debido a distintas circunstancias como fue las conversaciones con un cura católico apóstata, la experiencia de ver a un ser querido que había experimentado con toda clase de experiencias "espirituales" volverse loco y la conversión de sus mejores amigos a la corriente antroposofista de Steniner que invadía el mundo intelectual de la época. Todo esto le llevó a plantearse cuestiones que hasta entonces creía tener resueltas.
El 1922 terminó su carrera y estuvo un año más dedicado al estudio de la literatura inglesa. En la obra de los autores cristianos que por su pensamiento deberían estar distantes de su ateísmo, encontró una plenitud de vida que faltaba en el racionalismo laico.
Durante parte de su existencia Lewis buscó la felicidad a través de la belleza, en la creatividad humana, en la mitología nórdica, en los clásicos Platón, Aristóteles, Lucrecio, Cátulo, Tácito y Herodoto. Encontró belleza en Shelley y en Morris e inteligencia en Yeats.
Aprendió francés para poder leer a Maeterlinck. Le sorprendió el lado salvaje del romanticismo Wilde y le interesaba la obra de Beardley. Toda su vida estuvo leyendo: Kant, Shopenhauer, Morris, Yeats, Tennyson, Goethe, Voltaire. En su búsqueda de la felicidad se topó con George McDonald y con Dante, con Milton , con Chesterton, Spinoza, Bergson y Spenser, autores cuyas obras le llevaron a un reflexión sobre Dios que cambió radicalmente su vida.
Pasó de un tiempo agriamente descreído, viviendo una ausencia de todo, a percibir la verdad del Evangelio que anteriormente había considerado otra fábula más. Finalmente se convirtió al cristianismo.
Su racionalismo fue vencido por la razón de Dios. Se encontró con la fe que le abrió los ojos. Su inteligencia y su mente lógica, su preparación y su sensibilidad se rindieron a la evidencia de Jesucristo como Señor y Redentor y desde entonces su vida ya no fue la misma. Era un hombre nuevo.
De Antítesis plena pasó a ser llamado a predicar la Gloria de Vida eterna que hay en el seguimiento de Jesucristo.
Fue contratado como profesor por la Universidad y en 1925 fue nombrado miembro del Magdalen College. Por esa época ya había abandonado su actitud racionalista y allí conoció a dos nuevos amigos, ambos cristianos, Dysson y J.R.R. Tolkien. La amistad con este último marcó la caída de los viejos prejuicios.
En 1925 fue elegido Miembro del Magdalen College de Oxford y estuvo 29 años enseñando Literatura y Lengua Inglesa. En 1937 recibió el Premio Gollancz Memorial de literatura en reconocimiento a su estudio de la tradición medieval en “The Allegory of Love”.
Fue nombrado Doctor of Divinity por la Universidad de St. Andrews en 1946 y más tarde en 1948 Miembro de la Royal Society of Literature. Se le concedió el Doctorado en Letras por la Universidad de Laval en Quebec en 1951. Y en 1954 aceptó la cátedra de Literatura Medieval y del Renacimiento de la Universidad de Cambridge.
Miembro de la Academia Británica, rehusó la Orden del Imperio Británico. En 1957 recibió la Carnegie Medal en reconocimiento por su obra “The Last Battle.” En 1958 Lewis fue elegido Miembro Honorario de la University College, Oxford y un año más tarde fue nombrado Doctor Honorario de Literatura por la Universidad de Manchester.
En 1956 se casó con la poetisa americana Joey Davidman. Su matrimonio duró sólo 4 años a causa de la enfermedad de ella, que murió en el 1960 cuando tenía 45 años de edad. En ella Lewis no sólo encontró el amor de una mujer, sino también a una amiga y a una interlocutora activa, inteligente y dispar. Sus caracteres tan distintos les llevaban a controversias bizantinas que podían durar días. Fue un tiempo de serenidad y plenitud.
La obra de C.S. Lewis es ingente y diversa. Su fertilidad creativa le llevó a mezclar estilos tan dispares como son narraciones de ficción, ensayos y poesía. En todos ellas, sin embargo, se encuentran ese sello personalísimo de su autor, su frescura, su bondad, su inteligencia y sensibilidad. Pero donde verdaderamente puso todo su empeño fue en la difusión de la fe cristiana. Ahí se destacó como el apologista más importante de este siglo.
El pensamiento de C.S. Lewis se puede identificar con cualquier rama del saber, debido a la importancia que reviste el ser humano en su pensamiento. Temas como, el lugar del hombre en el universo, la unidad sustancial de cuerpo y alma, el amor y el dolor, alcanzar a Dios partiendo de experiencias fundamentales.A partir de ahí Lewis muestra la verdad de la revelación como la clave de la inteligibilidad del misterio del hombre. Su pensamiento gira alrededor de estas tres realidades: la existencia de un Dios personal, la centralidad de Cristo en la creación y la historia de la salvación del hombre.
Sus obras más célebres son (traducidas al castellano): Los Cuatro amores, Mientras no tengamos rostro, El diablo propone un brindis, Cartas del diablo a su sobrino, El problema del dolor, Mero Cristianismo, Dios en el banquillo, El gran divorcio, Lo eterno sin disimulo, Las Crónicas de Narnia y la Trilogía de Ransom.
Siempre vigilante a la actualidad, sensible a los problemas del hombre, no perdía ocasión para dar un testimonio de verdad intemporal. Cualquier oportunidad era propicia para hablar, escribir, impugnar, rebatir, contradecir y pelear con argumentos lógicos, como ecuaciones precisas de la geometría divina.
Lewis explicó y defendió la fe cristiana al hombre de hoy y lo hizo poniendo su talento y sus conocimientos al servicio de Dios.
Murió el 22 de noviembre de 1963, el mismo día que asesinaron al presidente Kennedy. Contaba 65 años de edad.
Su padre, Albert era notario y provenía de una familia de granjeros de Gales que habían inmigrado a Irlanda.
Había empezado como obrero y terminó como socio de una importante firma de ingeniería y armadores de buques. De talante sentimental, era apasionado y melodramático; tan tierno como lleno de ira,muy al contrario de su madre, Flerence Augusta Hamilton que hacía gala de una mente crítica e irónica.
Ella provenía de una familia de clérigos y abogados y era la hija de un pastor protestante. Esta diferencia tan notable de caracteres en las familias, marcó parte del temperamento y carácter de C. S. Lewis.
Desde su más tierna infancia estuvo rodeado de libros de todas clases, algunos poco recomendables para un niño de su edad. Lejos de ser criado en un puritanismo estricto, Lewis fue enseñado en la rutina de ir a la iglesia y de rezar a su debido tiempo que él, por su parte, aceptó sin un interés especial.
Cuando sólo contaba 9 años de edad, su madre enfermó de cáncer murió. Esta muerte marcó su vida. No sólo le dejó huérfano sino que también le separó de su padre quien, bajo la presión de la enfermedad de su esposa, se había convertido en un hombre hosco con un temperamento imprevisible. A tierna edad Lewis ya había empezado a escribir narraciones fantásticas que ocurrían en un mundo donde los personajes eran animales.
A los 14 años, entró en el Malvern College de Inglaterra, después de haber recibido una educación preliminar en diferentes colegios.
En su etapa final de preparación tuvo la importante influencia de su tutor, un profesor ateo y racionalista. Bajo su influencia fue desarrollándose en C. S. Lewis una conversión gradual hacia la increencia. Un extraño pensamiento ateo combinado con creencias ocultistas fue el resultado.
La imaginación, de un tipo o de otro, jugó siempre un papel preponderante en su vida. La lectura de la obra "Sigfrido y el ocaso de los dioses" lo envolvió en la pasión más pura por lo nórdico, llegando a ser un verdadero erudito en la materia. Durante su época de universitario sus sentimientos hacia la naturaleza se ensalzaron al más puro sentido de lo romántico, desplazando su primitiva pasión por la mitología nórdica que imperceptiblemente terminó por convertirse en un interés puramente "científico".
A finales de 1916 se presentó en Oxford para el examen a una beca. Entró en la Residencia en el trimestre del verano de 1917. Corrían los tiempos de la Primera Guerra Mundial y tuvo que alistarse en el ejército. Fue destinado a Francia y allí, convaleciente de una enfermedad, tuvo su primer encuentro con la obra de G. K. Chesterton. Podría pensarse que debido a su ateísmo, a su carácter pesimista y al rechazo que sentía por todo sentimentalismo, fuera el autor con quien menos congeniase. La realidad, en cambio, fue que lo conquistó inmediatamente. Aceptó y disfrutó de lo que decía en sus obras y sentía el encanto de la bondad que transmitían.
La lectura de las obras de George McDonald, le abrió la frontera a un nuevo mundo, un mundo de beatitud, en donde Dios estaba más cerca de la realidad de lo que nunca antes había vivido. Leer a Chesterton y a McDonald no es lo más recomendable a uno que se dice ser ateo.La guerra terminó para él cuando fue herido por un obús inglés.
Durante su convalecencia tuvo otra experiencia trascendental en la lectura de Bergson. Fue una experiencia que revolucionó su vida emocional y le abrió las puertas a la comprensión hacia autores apasionados a los que hasta ese momento había rechazado.
En enero de 1919 regresó a Oxford y vivió situaciones y momentos que tuvieron una influencia esencial en su forma de ver la vida. Tuvo la ocasión de poder ver que los valores más difíciles actúan en nuestras vidas y cambian nuestro pensamiento. Y esto debido a distintas circunstancias como fue las conversaciones con un cura católico apóstata, la experiencia de ver a un ser querido que había experimentado con toda clase de experiencias "espirituales" volverse loco y la conversión de sus mejores amigos a la corriente antroposofista de Steniner que invadía el mundo intelectual de la época. Todo esto le llevó a plantearse cuestiones que hasta entonces creía tener resueltas.
El 1922 terminó su carrera y estuvo un año más dedicado al estudio de la literatura inglesa. En la obra de los autores cristianos que por su pensamiento deberían estar distantes de su ateísmo, encontró una plenitud de vida que faltaba en el racionalismo laico.
Durante parte de su existencia Lewis buscó la felicidad a través de la belleza, en la creatividad humana, en la mitología nórdica, en los clásicos Platón, Aristóteles, Lucrecio, Cátulo, Tácito y Herodoto. Encontró belleza en Shelley y en Morris e inteligencia en Yeats.
Aprendió francés para poder leer a Maeterlinck. Le sorprendió el lado salvaje del romanticismo Wilde y le interesaba la obra de Beardley. Toda su vida estuvo leyendo: Kant, Shopenhauer, Morris, Yeats, Tennyson, Goethe, Voltaire. En su búsqueda de la felicidad se topó con George McDonald y con Dante, con Milton , con Chesterton, Spinoza, Bergson y Spenser, autores cuyas obras le llevaron a un reflexión sobre Dios que cambió radicalmente su vida.
Pasó de un tiempo agriamente descreído, viviendo una ausencia de todo, a percibir la verdad del Evangelio que anteriormente había considerado otra fábula más. Finalmente se convirtió al cristianismo.
Su racionalismo fue vencido por la razón de Dios. Se encontró con la fe que le abrió los ojos. Su inteligencia y su mente lógica, su preparación y su sensibilidad se rindieron a la evidencia de Jesucristo como Señor y Redentor y desde entonces su vida ya no fue la misma. Era un hombre nuevo.
De Antítesis plena pasó a ser llamado a predicar la Gloria de Vida eterna que hay en el seguimiento de Jesucristo.
Fue contratado como profesor por la Universidad y en 1925 fue nombrado miembro del Magdalen College. Por esa época ya había abandonado su actitud racionalista y allí conoció a dos nuevos amigos, ambos cristianos, Dysson y J.R.R. Tolkien. La amistad con este último marcó la caída de los viejos prejuicios.
En 1925 fue elegido Miembro del Magdalen College de Oxford y estuvo 29 años enseñando Literatura y Lengua Inglesa. En 1937 recibió el Premio Gollancz Memorial de literatura en reconocimiento a su estudio de la tradición medieval en “The Allegory of Love”.
Fue nombrado Doctor of Divinity por la Universidad de St. Andrews en 1946 y más tarde en 1948 Miembro de la Royal Society of Literature. Se le concedió el Doctorado en Letras por la Universidad de Laval en Quebec en 1951. Y en 1954 aceptó la cátedra de Literatura Medieval y del Renacimiento de la Universidad de Cambridge.
Miembro de la Academia Británica, rehusó la Orden del Imperio Británico. En 1957 recibió la Carnegie Medal en reconocimiento por su obra “The Last Battle.” En 1958 Lewis fue elegido Miembro Honorario de la University College, Oxford y un año más tarde fue nombrado Doctor Honorario de Literatura por la Universidad de Manchester.
En 1956 se casó con la poetisa americana Joey Davidman. Su matrimonio duró sólo 4 años a causa de la enfermedad de ella, que murió en el 1960 cuando tenía 45 años de edad. En ella Lewis no sólo encontró el amor de una mujer, sino también a una amiga y a una interlocutora activa, inteligente y dispar. Sus caracteres tan distintos les llevaban a controversias bizantinas que podían durar días. Fue un tiempo de serenidad y plenitud.
La obra de C.S. Lewis es ingente y diversa. Su fertilidad creativa le llevó a mezclar estilos tan dispares como son narraciones de ficción, ensayos y poesía. En todos ellas, sin embargo, se encuentran ese sello personalísimo de su autor, su frescura, su bondad, su inteligencia y sensibilidad. Pero donde verdaderamente puso todo su empeño fue en la difusión de la fe cristiana. Ahí se destacó como el apologista más importante de este siglo.
El pensamiento de C.S. Lewis se puede identificar con cualquier rama del saber, debido a la importancia que reviste el ser humano en su pensamiento. Temas como, el lugar del hombre en el universo, la unidad sustancial de cuerpo y alma, el amor y el dolor, alcanzar a Dios partiendo de experiencias fundamentales.A partir de ahí Lewis muestra la verdad de la revelación como la clave de la inteligibilidad del misterio del hombre. Su pensamiento gira alrededor de estas tres realidades: la existencia de un Dios personal, la centralidad de Cristo en la creación y la historia de la salvación del hombre.
Sus obras más célebres son (traducidas al castellano): Los Cuatro amores, Mientras no tengamos rostro, El diablo propone un brindis, Cartas del diablo a su sobrino, El problema del dolor, Mero Cristianismo, Dios en el banquillo, El gran divorcio, Lo eterno sin disimulo, Las Crónicas de Narnia y la Trilogía de Ransom.
Siempre vigilante a la actualidad, sensible a los problemas del hombre, no perdía ocasión para dar un testimonio de verdad intemporal. Cualquier oportunidad era propicia para hablar, escribir, impugnar, rebatir, contradecir y pelear con argumentos lógicos, como ecuaciones precisas de la geometría divina.
Lewis explicó y defendió la fe cristiana al hombre de hoy y lo hizo poniendo su talento y sus conocimientos al servicio de Dios.
Murió el 22 de noviembre de 1963, el mismo día que asesinaron al presidente Kennedy. Contaba 65 años de edad.
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