LO MAS RECIENTE EN LOGOS MAS ESPIRITU

Cómo dejar de ser pobres - Jorge Ovando

sábado, 22 de agosto de 2009


Cómo dejar de ser pobres nace de una experiencia profundamente vivida, y de una comprobación de testimonios a lo largo del tiempo que tienen mucho peso. Miles de personas en el mundo han aplicado estos principios (por ser bíblicos) y han comprobado que es la única forma de vivir dignamente con abundancia, sin que les falte nada. Otros por el contrario, lo tienen todo, materialmente hablando, pero sienten un gran hueco en el corazón. Como dijo un millonario poco antes de morir: "No sé de qué me sirve todo mi dinero. No lo puedo gastar; la verdad es que nunca lo he visto. No me visto mejor que mi secretario privado y no puedo comer tanto como mi chofer. Vivo en una gran casa de huéspedes en la cual viven también los sirvientes; me vuelven loco los mendigos; tengo constante indigestión; no puedo beber champagne; y la mayor parte de mi dinero está en las manos de algunos que lo usan principalmente para su propio beneficio ¡Qué derrota tan triste!"

Tengo gran esperanza que su vida cambie, y prospere integralmente tanto que sobreabunde en buenas obras para con todo el mundo. Y que no permita que la riqueza adquirida lo vuelva tan ciego que lo haga ver sólo su propia persona, convirtiéndolo así en alguien mezquino y egoísta.





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El Evangelio del Reino - George E. Ladd


Nuestro Señor Jesús dedicó gran parte de su ministerio público a la enseñanza del reino de los cielos. Este tema es aún hoy día un mensaje importante para el hombre dondequiera este se encuentre.

Comprender la secuencia del desarrollo del reino es de primordial significación para nuestra época. Comprender "el misterio del reino" que nos ha sido más claramente revelado a nosotros que a los profetas del Antiguo Testamento tiene una suprema importancia. El reino - en esta época - es un "reino espiritual" en los corazones de los hombres. El "reino político" de Jesucristo, por tanto, está destinado a las edades venideras.


Gran parte de la confusión teológica de nuestros días parte de un falso concepto de "los tiempos" de Dios. La presentación clara y concisa que aparece en las páginas de este importante estudio merece la consideración - aunada a la oración - de todos los "súbditos de ese reino".





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Rompa los moldes, Como Ser Creativo En El Liderazgo - Howard G. Hendricks & Charles Swindoll


En este libro lleno de energía, Howard Hendricks trata de encender el fuego de una inconformidad positiva. Nos anima a descubrir nuestro potencial y sugiere estrategias para aplicarlo. El autor envía la chispa de creatividad a nuestro corazón y sopla en las ascuas de las ideas que de otro modo morirán. El autor propone nueve pasos para que los líderes espirituales descubran su creatividad: Usar los cinco sentidos; la planificación con dibujos; emplear mapas mentales y utilizar distintos “sombreros” para pensar.

Descubra cómo practicar estas y otras estrategias; desentierre sus talentos escondidos e intereses latentes en su repertorio de habilidades de liderazgo. Comience a tomar decisiones y llevarlas a cabo mediante principios creativos que le permitan mejorar su servicio a Dios.





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Un Sacrificio Vivo - Teófilo


Copyright © 2000 Bob West. Todos los derechos reservados.

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Disfrute de su libertad - Warren Wiersbe


En un mundo en que cada quien busca lo suyo propio es muy fácil confundir la libertad con el libertinaje. Pero es solamente cuando usted es libre en Cristo que es también libre de la ley, el pecado, los hombres y su pasado. Usted tiene inclusive una libertad futura hacia la cual mirar. Por consiguiente, examine la libertad desde el punto de vistas de las Sagradas Escrituras y disfrútela!





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A su imágen - Richard B. Ramsey


El propósito de este cuaderno de estudios bíblicos es guiar al creyente en los pasos del crecimiento espiritual. Enseña a orar, a estudiar la Biblia, a descubrir sus propios dones, a compartir el evangelio, y a encontrar la voluntad de Dios en su vida. También enseña a ministrar a otros, todo para llegar a ser más conforme a la imagen de Cristo.





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La gracia y la disciplina: Claves del desarrollo personal


«El mundo pertenece a los disciplinados». Este viejo dicho parece exagerado, sin embargo algo de verdad contiene.

Los atletas que llegaron a tener fama mundial fueron personas altamente disciplinadas, y cuando dejaron de serlo, allí comenzó su caída. Únicamente las personas disciplinadas desarrollarán su potencial máximo.

Hay otra verdad reflejada en el mundo de los deportes. La mayoría de las personas prefieren mirar y disfrutar del placer en forma representativa; en otras palabras, experimentan el placer del juego a través de otros, quienes sí juegan el partido. En una forma indirecta disfrutan de la disciplina de los jugadores. En la vida diaria y espiritual muchos también prefieren observar a otras personas para disfrutar del placer «representativo», en lugar de desarrollar sus propias vidas. Son sólo observadores, no protagonistas espirituales. El disfrutar de la vida en esta forma es sólo momentáneo, dejando luego un gran vacío.

Los anhelos populares de «autorealización» y «autosatisfacción» con que están impregnadas las mentes y los corazones de la mayoría de nuestra generación son opuestos a los conceptos de disciplina, de dominio propio y de ejercicio espiritual, los que son parte importante en el desarrollo cristiano.

Es notorio que uno de los conceptos más enfatizados en la carta pastoral de San Pablo a Timoteo es el concepto de «Ejercítate para la piedad» (1 Timoteo 4: 7). En el versículo 9 dice: «Palabra fiel es ésta, y digna de ser recibida por todos». Después dice: «Esto manda y enseña». Obviamente San Pablo deseaba dejar muy en claro que este concepto de ejercicio para la piedad era vital. ¿Qué es lo que realmente significa?

La palabra «ejercicio» es la traducción de la palabra griega «gumnazo», una palabra que habla de los atletas griegos haciendo ejercicios en una gimnasia. El hacer gimnasia implica una disciplina de hacer y repetir ejercicios que van desarrollando la fuerza, la coordinación y las habilidades del deportista. Siempre recuerdo a la rumana Nadia Comaneci, quien hace varios años despertó ovaciones en los Juegos Olímpicos. ¡Ella sí que hacía gimnasia! Es un ejemplo de lo que San Pablo está hablando. Por la práctica se había perfeccionado.

La gimnasia espiritual es necesaria para desarrollar una buena relación con Dios. La piedadAlabanza a la disciplina (Ed. Betania) desarrolla en una forma profunda las diferentes disciplinas y cómo estas afectan nuestras vidas. Foster muestra cómo la superficialidad espiritual es el resultado de la falta de las disciplinas espirituales en la mayoría de los creyentes. La piedad y el carácter cristiano son desarrollados por el ejercicio en obediencia a las pautas dadas por Dios. Muchos esperan que todo ocurra milagrosamente. —devoción— que agrada a Dios no ocurre por sí sola. Requiere disciplina, práctica, perseverancia y continuidad en las disciplinas espirituales tales como la oración, el estudio de la Biblia, la meditación, la obediencia, la fraternidad con otros cristianos, por mencionar algunas de las más importantes. El excelente libro de R. Foster

Es cierto que somos salvos por gracia, pero es sobre la base de esta gracia abundante que Dios espera que desarrollemos nuestras vidas. San Pedro, después de hablar de todo lo que Dios hizo por nosotros en Jesucristo, dice: «Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;…» (2 Pedro 1: 3–11). Si uno observa con cuidado, casi todas las virtudes que San Pablo menciona como fruto del Espíritu, San Pedro dice que deben ser cultivadas. Es por el Espíritu que nosotros tenemos la capacidad para desarrollar estas virtudes.

Hace muchísimos años traté de aprender a tocar el piano. Después de mucha práctica y numerosas lecciones, la maestra le dijo a mi madre: «Su hijo no tiene el don; no vale la pena que sigan gastando dinero y tiempo en tratar de enseñarle». Una de mis sobrinas, Débora, toca el piano de forma exquisita. Sus maestras se han maravillado de lo que puede hacer. Sin embargo, hay dos partes en su éxito: una es el don que tiene, y la otra, los miles de horas de práctica que ha dedicado. Dios le dio el don; ella tiene que cultivarlo. En la misma forma tenemos en Cristo el don de la gracia que nos da la potencia para ser virtuosos. Fuera de Él, nadie tiene la gracia para desarrollar las virtudes espirituales. Pero es la práctica de las virtudes lo que hace que estas sean parte de nuestra vida diaria.

Dios no hace robots ni títeres. Él da gracia sobreabundante a todos sus hijos, para que puedan vivir vidas abundantes, llenas de virtud y a la vez mantener una relación profunda con Él. Sin embargo, poco nos sirve si no desarrollamos con diligencia la gracia haciendo nuestra parte. Mi sobrina Débora tocaría el piano como yo —mal— si no fuera porque ha cultivado con diligencia esta habilidad.

Tal vez una de las áreas más fáciles para ilustrar nuestra necesidad de disciplina y gimnasia es en nuestro estudio de la Biblia. Pocos la estudian con diligencia cuando todo cristiano tendría que llegar a ser un verdadero erudito. Si la Biblia es «la fuente inagotable de sabiduría, dirección e instrucción», pues nuestra disciplina debería llevarnos a conocerla muy bien. ¿Cuál sería el fruto en la vida de un creyente si cada día separara a lo menos media hora para estudiar con diligencia un capítulo, y usara el resto del día para tratar de aplicarlo?

La disciplina y el ejercicio necesitan ser una parte diaria en nuestra relación con Dios y en el cultivo de la gracia de nuestro carácter espiritual. No estamos diciendo que es fácil, pero sí que es necesario. La palabra discípulo tiene su raíz en la palabra disciplina. Para ser un discípulo verdadero de Cristo hay que vivir bajo su disciplina. Así aprenderemos a vivir mejor.

Tomado de DesarrolloCristiano.com, un ministerio de Desarrollo Cristiano Internacional, ©Copyright 2000-2006, todos los derechos reservados.

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Alabanza a la Disciplina - Richard J. Foster


El libro está dividido en tres partes: Las disciplinas internas, las disciplinas externas y las disciplinas colectivas.

En la parte dedicada a las disciplinas internas, se consagrá un capítulo a cada una de ellas: la meditación, la oración, el ayuno y el estudio bíblico.

La parte dedicada a las disciplinas externas también dedica un capítulo a cada una de las disciplinas externas: la sencillez, el retiro, la sumisión y el servicio.

La última parte, dedicada a las disciplinas colectivas dedica un capítulo a cada una de ellas: la confesión, la adoración, la consejería y el gozo.

Una cosa que me admiró de este libro es que aunque publicado en 1986 se anticipa a todos los desafíos que confronta la iglesia en general y el cristiano en particular en el siglo 21. No puede ser más útil para todos aquellos creyentes que están cansados de aparentar y aguantar tanta falsedad en el mundo «cristiano» y están en busca de una vía espiritual que los lleve a mantener su fe y su servicio a Dios y a Su iglesia con la espiritualidad, el gozo y el entusiasmo apropiados.





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Cómo leer un libro - Mortimer J. Adler & Charles van Doren


¿Sabemos leer? No todos los libros exigen la misma concentración o velocidad de lectura, y en ocasiones, la falta de concentración o la pretensión de acabar la lectura lo más rápidamente posible obligan al lector a cerrar el libro o acabar de leerlo, sin haber comprendido lo que ha leído. "Cómo leer un libro" es una obra clásica para aprender y enseñar a leer y a comprender lo que leemos, desde la lectura primaria a la lectura rápida, pasando por la de inspección y la extensiva, además de enseñara clasificar cualquier libro: práctico, teatro, novela, poesía, historia, física, biología, matemáticas filosofía, ciencias sociales. Los autores han analizado las diferentes dificultades de la lectura y proponen la lectura de velocidad variable, con el objeto de leer mejor, cada vez mejor, pero en unas ocasiones con mayor lentitud y en otras con mayor rapidez. La obra se completa con ejercicios para que el lector verifique su nivel de comprensión de distintos tipos de textos, y con una lista de libros y autores que todos deberíamos leer.





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John Alexander Dowie

domingo, 16 de agosto de 2009

John Alexander Dowie nació en Escocia en 1847, pero pasó mucho de su vida temprana en Australia. Fue un verdadero luchador, peleando con audacia contra el pecado y la tibieza que encontró alrededor de él - incluso como ministro joven en Australia. En años posteriores, particularmente después de trasladarse a Chicago en los Estados Unidos, él se volvió probablemente el pionero más conocido de la sanidad divina en todo el mundo. En sus primeros años de éxito extraordinario en Chicago, donde el poder de Dios se demostraba constantemente, y cientos fueron sanados de toda aflicción, parecía que el diablo estaba reclutando a todo demonio del infierno para atacarle y hacerle caer. Fue arrestado más de cien veces por acusaciones falsas, fue constantemente atacado por los periodistas más prominentes de la ciudad, e incluso sufrió disturbios en la calle y atentados contra su vida. (En una ocasión notable fue repentinamente advertido por una voz de Dios, de que debía salir de su oficina. Así se salvó de reventar en pedazos por una bomba poderosa que había sido colocada allí.) Finalmente prevaleció, con su credibilidad intacta (y aun mejorada, a pesar de todas las controversias), y fue el campeón más eficaz de la sanidad divina en América hasta aquel tiempo.

Pero trágicamente, después de estos años tempranos de batalla constante, cuando llegó un tiempo de relativa paz y prosperidad en su vida, este luchador audaz fue seducido por el diablo a vestirse con una vestimenta de sumo sacerdote, y a pensar que él era el profeta Elías. Después de esto, el fin no pudo tardar. John Alexander Dowie murió unos años más tarde en bastante vergüenza, enfermo y quebrantado, solo una sombra de lo que era antes. Había perdido su ministerio, y literalmente todo lo que poseía. La manera como uno de los luchadores más grandes de Dios pudo llegar a un fin tan trágico, debe ser una lección objetiva para todos nosotros.

Las citas usadas son casi todas tomadas del libro "John Alexander Dowie - una biografía de pruebas, tragedias y triunfos", por Gordon Lindsay.

Como en la vida de muchos hombres de Dios en preparación para un ministerio poderoso, Dios había usado los primeros años de la vida cristiana de Dowie como un período de entrenamiento. Sus muchas luchas y fracasos, y el duro "desierto" espiritual en la oscuridad de Australia, fueron usados para moldearlo y quebrantarlo, y produjeron en él una gran hambre y búsqueda de Dios. Como Gordon Lindsay escribió en la introducción de su libro acerca de Dowie: "Cuando alguien es escogido por Dios para ser usado de una manera inusual, Dios lo lleva a través de un período de entrenamiento, que a veces incluye las pruebas y tribulaciones más severas." El dice que cuando Dowie pisó el suelo americano por primera vez en su vida, a la edad de 41 años, él era casi completamente desconocido. Pero cuando su unción de sanidad de Dios fue reconocida, y el tiempo perfecto de Dios llegó, John Alexander Dowie subió repentinamente a una prominencia internacional, como uno de los grandes líderes de Dios de aquel período. Lindsay escribe acerca de la caída de Dowie, que "fue en el momento que él empezó a involucrarse en actividades seculares, y se apartó de la sencillez de sus días tempranos, que empezó su caída."

John Alexander Dowie fue descrito como "un reformador que luchaba en contra de toda probabilidad de éxito, desafiaba a solas la apostasía de su tiempo, y tuvo éxito al llamar la atención de la iglesia visible hacia el mensaje del Evangelio de la sanidad - un mensaje de liberación para el hombre entero, cuerpo, alma, y espíritu... Contra una oposición abrumadora, una prensa hostil, pastores amargamente opuestos, gobernantes de la ciudad antagonistas, abogados inescrupulosos ... él luchó por el derecho de orar por los enfermos y prevaleció. A pesar de la persecución más feroz, numerosas detenciones ilegales - hasta cien en un solo año -, él ganó contra sus enemigos y los frustró, y llamó la atención del mundo a la gran verdad de que Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y para siempre." (p.3-4) Y durante todo este período, numerosos milagros de sanidad extraordinarios, documentados, sucedieron bajo su ministerio.

Por favor recuerden cuan nuevo era todo esto en su tiempo. Hoy en día, las cosas por las que Dowie luchó se consideran normales en el mundo cristiano. Pero en aquellos días no existía nada así como un ministerio de sanidad, o evangelistas de sanidad. Dowie fue un pionero, un instrumento de Dios que abrió el camino para los que iban a seguir, igual como muchos reformadores cristianos a través de los tiempos.

Pero los días de la batalla constante llegaron a su fin. Con su nuevo éxito y la prosperidad relativa de su ministerio, Dowie cometió el trágico error de bajar la guardia. Como notó Gordon Lindsay: "La mitad de la vida es un período peligroso, y no pocos caen en la tentación de relajarse espiritualmente en este tiempo de la vida (algo muy diferente de relajarse físicamente). La gran diferencia entre el Dr.Dowie y los otros fue que él era un líder mundial cuyas acciones fueron observadas por los ojos de multitudes." (p.195).

"En los días de la adversidad, John Alexander Dowie aprendió a apoyarse fuertemente en Dios. Cuando todos los otros recursos le fallaron, él encomendó su vida a la misericordia y gracia de Dios. Pero cuando vino el éxito, cuando miles de personas Ccasi le idolatraban, él aparentemente ya no sentía esta necesidad tan fuertemente. El se permitió a sí mismo a estar tan ocupado... ¡un error fatal! ¿Cuántos problemas se hubiera ahorrado John Alexander Dowie, si hubiera tomado tiempo para buscar la mente de Dios en las decisiones tan importantes? ¿Cuántos errores fatales cometieron hombres de Dios porque no se detuvieron para buscar el consejo del Señor cuando tuvieron que hacer una decisión vital?" (p.194)

Como escribió Paul Billheimer: "Las arenas del tiempo están llenas de los escombros de las vidas de muchos que una vez fueron usados poderosamente por Dios, pero que naufragaron sobre las rocas del orgullo espiritual."

En sus primeros días en Chicago, ciertas personas se habían acercado a Dowie, diciendo que tenían una "revelación directa de Dios", de que Dowie era de hecho "Elías el Restaurador", el gran profeta de los últimos tiempos. Para su desilusión, Dowie los reprendió inmediatamente y los echó de su presencia, y los advirtió de que no volvieran a mencionar tales cosas ante él. Sin embargo, la idea que fue sembrada en aquel día, seguía sonando en sus oídos. "Según su propio testimonio, él intentó deshacerse de esta idea, pero no pudo. Una voz parecía decir: 'Elías tiene que venir, y ¿quién aparte de ti está haciendo la obra de Elías?' El tiempo pasó. Entonces, un día una extraña e intensa convicción inundó su conciencia de que él era de hecho Elías - el que fue anunciado por los profetas que iba a venir y restaurar todas las cosas. La impresión vino con un poder tan abrumador, que su persona entera fue absorbida por ella." (p.188) En junio de 1901, Dowie dio el paso fatal de anunciar públicamente que él era de hecho Elías el Restaurador. (Esta pretensión fue inmediatamente desafiada y denunciada por líderes religiosos en el mundo entero.)

En aquel tiempo Dowie estaba también muy involucrado en la explotación de tierras. Había comprado un terreno grande cerca de Chicago y había comenzado a construir lo que iba a ser 'Ciudad de Sión', una ciudad entera que iba ser habitada por los seguidores de Dowie, y gobernada según "principios cristianos". Tristemente, nadie recordaba que el Nuevo Testamento en ninguna parte dice que nos separemos del mundo de esta manera; sino que vivamos EN el mundo, pero no siendo DE él. Inicialmente, 'Ciudad Sión' fue un gran éxito, tanto económicamente como en cualquier otro respecto. Pero finalmente causó la ruina financiera de Dowie, y esto contribuyó mucho a su caída. Uno de sus grandes sueños fue construir 'ciudades Sión' por el mundo entero - sin duda como parte de su supuesta misión de "restaurar todas las cosas" -, y que desde allí él y sus seguidores iban a empezar a ejercer dominio sobre la tierra. Qué días fatales eran aquellos.

Durante muchos años, la esposa de John se había contentado con vivir a su lado casi en pobreza, confiando en Dios. Pero se reportó que "cuando la prosperidad llegó a la familia Dowie, ella perdió su estilo de vida sencillo: compró vestidos en París y empezó una vida extravagante..." (p.200) Solo unos pocos años antes, esto les hubiera parecido impensable. "Pero con la prosperidad que él obtuvo en América, finalmente se alteró la sencillez de su vida. Llegó a la conclusión - y aparentemente su esposa le apoyó en esto - de que sería ventajoso construir una cara mansión ejecutiva donde él podría hospedar a ciertos personajes importantes. Este gran edificio fue equipado con muchos muebles lujosos." (p.201-202)

Al fin parecía que las mismas cosas que Dowie y su esposa habían combatido durante toda su vida, fueron ahora usadas como estrategias de satanás en contra de ellos para destruirlos. Y para colmo, "en el tiempo crucial de la vida del Dr.Dowie, cuando él tenía una necesidad desesperada de ayuda, parece que su esposa no tenía ninguna fuerza espiritual para apoyarle." (p.201) A veces, especialmente en este período tardío, había unas personas que intentaban advertirlo en contra de lo que estaba haciendo. Pero él se negó a escucharles. Incluso cuando su hija murió trágicamente por causa de un incendio en 1902, él apenas se detuvo para reflexionar acerca de su movimiento precipitado hacia adelante.

Los últimos días de John Dowie no eran buenos. El había luchado una gran lucha por muchos años en su período temprano, pero fue derrotado en la segunda mitad de su vida. Como es a menudo con grandes avivamientos, o con grandes hombres de Dios que caen del camino, el daño que pueden causar y el escarnio que pueden traer sobre el Evangelio, puede casi deshacer lo bueno que vino de ellos al inicio. El diablo debe haber sido encantado al no solamente seducir y apartar a este gran hombre de Dios, sino usarlo aun para ridiculizar las mismas verdades que él había originalmente proclamado de manera tan eficaz. Dios no pudo permitir que John Alexander Dowie continuase en este estado por mucho tiempo. Tuvo que llevárselo. Dowie murió en la creencia de que él era Elías, un hombre enfermo y quebrantado, mutilado en una silla de ruedas. Su ministerio se había desvanecido, la Ciudad Sión estaba casi en la bancarrota, y él había perdido todo lo que tenía. "¡Cómo han caído los poderosos!" El murió el 9 de marzo de 1907.

Tomado de altimiso.net

Negarse a si mismo - Charles G. Finney

"Y decía a todos: 'Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día, y sígame'" (Lucas 9:23).

A fin de comprender esta solemne declaración de nuestro Señor hay que decidir un punto de capital importancia y es: "¿En qué consiste la verdadera idea de tomar la cruz y negarse uno a sí mismo?"

Está pregunta presupone la existencia de apetitos y propensiones que apelan a la indulgencia, a la vida fácil y muelle, y luego significa, de modo evidente, que en algunos casos esta indulgencia debe ser rehusada. Este es el punto preciso del texto; un hombre que quiere seguir a Cristo debe negarse a sí mismo en el sentido de negarse la satisfacción de todos los apetitos y propensiones, siempre y cuando estas satisfacciones sean prohibidas por la ley del amor. Dentro de los límites de la ley de Dios, estos apetitos de nuestra constitución pueden ser permitidos; más allá de estos límites, deben ser denegados. En cualquier punto en que vayan en contra de la ley del amor a Dios o el amor a los hombres, deben ser negados.

Lo que pide, por tanto, la ley del reino de Cristo es que consultes y obedezcas la voluntad de Cristo en todo este asunto de la indulgencia para con uno mismo; que no obedezcas a los deseos o apetitos -- que nunca satisfagas tu amor a la aprobación -- nunca busques forma alguna de disfrute personal en desobediencia a Cristo. No debes hacer esto nunca cuando sabes cuál es tu deber, pues de lo contrario desagradarás a Dios, ya que es evidente que El tiene el derecho de controlar todas tus potencias.

Bajo este principio tienes que hacer todo tu deber hacia tu prójimo, sea hacia sus cuerpos o a sus almas, negando todos los deseos y tendencias mundanas que podrían entrar en conflicto con tu deber, haciendo de Jesucristo mismo tu modelo y que su expresa voluntad sea tu regla perpetua de conducta.

Muchos van a preguntarse: ¿Por qué exige Cristo de nosotros este negarse a uno mismo?

¿Es porque Dios quiere ver que nos mortificamos, porque tiene placer en que crucifiquemos nuestra sensibilidad al goce, que él mismo nos ha dado? De ninguna manera. La verdadera respuesta hay que hallarla en el hecho de que El nos ha hecho seres morales y racionales: nuestras facultades racionales están planeadas para controlar nuestras actividades voluntarias, y nuestra naturaleza moral para hacernos responsables del control de nosotros mismos que Dios requiere. En los órdenes inferiores de la creación que nos rodea, vemos animales exentos de responsabilidad moral, porque son irracionales e incapaces de acción moral responsable. Para ellos, la tendencia natural es la ley, porque no conocen otra. Pero nosotros tenemos una ley más elevada para obedecer. El mayor bien de los animales es proporcionado por su obediencia a la mera ley física; pero no es así con nosotros. Nuestros sentidos son ciegos moralmente y por tanto Dios nunca quiso que rigieran nuestra vida. Para proporcionarnos una regla apropiada, Dios nos dio la inteligencia y la conciencia. El apetito, por tanto, no puede ser nuestra regla, en tanto que es y tiene que ser la regla de todos los animales inferiores, irracionales.

Ahora bien, es un hecho que nuestros sentidos no están en armonía con nuestra conciencia, y que a veces piden indulgencia o placer cuando, tanto la razón como la conciencia, lo prohíben.

Si nos entregamos al dominio del apetito y de los sentidos sin norma o criterio, sin duda vamos a perder el camino. Estos apetitos crecen cuando se les mima; un hecho que por sí mismo explica por qué Dios nunca quiso que fueran nuestra regla. A veces se forman apetitos artificiales, de tal naturaleza que sus efectos son en extremo perniciosos.

En estos casos somos lanzados a un estado de guerra. Nuestros apetitos nos hacen apelación constante, reclamando indulgencia y libertad, y la ley de Dios y la voz de nuestra razón, hacen apelación constante contra los sentidos, instándonos a que nos neguemos a nosotros mismos y hallemos nuestro bien supremo en la obediencia a Dios. Dios y la razón requieren que nos abstengamos y resistamos las peticiones del apetito de modo serio y firme. Notemos aquí que Dios no requiere esta resistencia, sin al mismo tiempo prometernos ayuda en el conflicto. Es notable la forma en que la resuelta oposición a los apetitos en el nombre de Cristo, bajo las exigencias de la conciencia, permitirá claramente vencerlos. Ocurren casos, con frecuencia, en los cuales los apetitos más despóticos y exigentes han sido dominados por la voluntad, bajo los mandatos de la conciencia y con la ayuda de Dios. Al instante yacen subyugados y la conciencia queda en paz y sosiego.

Vamos a considerar aquí con atención el hecho que nos damos cuenta de tener una naturaleza espiritual y moral además de la física. Tenemos una conciencia, y tenemos afectos referentes a Dios, como también los tenemos respecto a las cosas terrenas. Hay una hermosura en la santidad, y hay cosas relacionadas con nuestros gustos espirituales como los hay a los físicos. Bajo el propio cuidado y esfuerzo, nuestra naturaleza física se desarrolla hacia los objetos terrenos. Somos seres sociales en nuestras relaciones terrenas, y no menos en nuestra naturaleza espiritual. Somos sociales espiritualmente lo mismo que físicamente, aunque no nos demos cuenta de ello, porque nuestra sociabilidad espiritual puede haber quedado sin cultivar y sin desarrollar. Pero necesitamos realmente comunión divina o espiritual con Dios, comunión social con nuestro Hacedor. Antes de la regeneración, nuestra capacidad moral era un yermo, un desierto. Todos los hombres tienen conciencia y puede que se den cuenta de ello, pero no tienen afecto espiritual hacia Dios y por ello suponen que la religión es algo muy seco. No pueden ver cómo pueden gozar de la presencia de Dios y de la oración. Están despiertos a la comunión y amistad terrenas, pero muertos a la comunión y amistad con Dios. Su amor en la forma de afecto ha sido atraído hacia los hombres, pero no hacia Dios. Parece que no se dan cuenta de que tienen una naturaleza capaz de ser desarrollarla en afectos de amor hacia su divino Padre. De aquí que no vean cómo pueden gozar de la religión y sus deberes religiosos. La frialdad de la muerte entra en sus almas cuando piensan en ello.

Este lado espiritual de nuestra naturaleza necesita ser cultivado. Ha estado abandonado largo tiempo, y aplastado, y tiene una gran necesidad de ser levantado. Pero para conseguirlo y desarrollar el lado espiritual de nuestra naturaleza, es indispensable que el lado mundano sea aplastado y rebajado. Porque la carne es un peligroso enemigo de la gracia. No hay armonía, sino antagonismo y repulsión entre los afectos terrenos y los celestiales. A menos que subyuguemos la carne, moriremos. Y sólo cuando mortificamos las obras del cuerpo, por medio del Espíritu, podemos vivir.

La iglesia de Roma en épocas pasadas se distinguió por las mortificaciones a la carne, externamente consideradas. Estas mortificaciones fueron eliminadas en el mundo protestante, y con ello se fue al extremo opuesto. Entre todos los sermones protestantes que he escuchado, no recuerdo ni uno sobre el tema de llevar la cruz y negarse a uno mismo. He de creer que este tema es descuidado en gran manera en nuestras iglesias protestantes. La Roma papal llegó a extremos desbocados con esta idea; los protestantes parecen que por temor de este extremo han caído en el opuesto. Por tanto, necesitamos hacer un esfuerzo especial para evitar esta tendencia y entrar en razón, sentido y en la Escritura.

Hasta que me convertí nunca supe que tenía afectos religiosos. No sabía, incluso, que tenía alguna capacidad para emociones espontáneas, profundas, que fluyeran hacia Dios. Esto era una ignorancia oscura y pavorosa, y es fácil suponer que conocía muy poco gozo real en tanto que mi alma estaba en perfecta ignorancia de la misma idea de gozo espiritual real. Pero veo que esta ausencia de ideas correctas sobre Dios no es rara. Si buscamos encontraremos que ésta es la experiencia común de las personas no convertidas.

Todos sabemos que la satisfacción de la naturaleza animal es el placer: no placer o goce de la clase más elevada, pero una forma de placer. Cuanto más gozosas van de ser las satisfacciones de nuestros afectos morales más nobles. Cuando el alma llega a un festín en sus afectos espirituales empieza a saborear la felicidad real, ¡una felicidad como la del cielo! Temo que muchos no han comprendido lo que la Biblia quiere decir con "bienaventuranza".

Ahora hemos de considerar bien que este lado espiritual de nuestra naturaleza puede ser desarrollado y satisfecho sólo por medio de una benevolente negación o contrariedad de nuestros apetitos, un contrariar los apetitos bajo las exigencias de la benevolencia real hacia nuestros prójimos y hacia Dios. Este debe ser nuestro objetivo; porque si hacemos de nuestra felicidad personal nuestro objetivo, nunca vamos a alcanzar el goce exaltado de la verdadera comunión con Dios.

Es curioso ver cómo la sensibilidad se relaciona con el negarse a uno mismo, de modo que el negarnos a nosotros mismos, por motivos rectos, pasa a ser el medio natural y necesario de desarrollar nuestros afectos espirituales. Empezando con el temar la cruz, uno va, paso a paso, amortiguando las autocomplacencias, las autosatisfacciones, y abriendo más y más su corazón a la comunión con Dios y a la experiencia más madura de su amor.

Una nueva razón por la que los hombres deberían negarse a sí mismos es que es intrínsecamente recto. Los apetitos inferiores no deberían regirnos; las leyes más elevadas de nuestra naturaleza sí deben hacerlo. La evidencia de esto es simplemente la evidencia que prueba que el deber de seres creados racionalmente es usar su razón, y no degradarnos al nivel de las bestias.

Otra razón es que podemos permitírnoslo, pues vamos a salir penados con ello. Admito que cuando nos resistimos y nos negamos a las exigencias de la auto indulgencia, la cosa va contra la "felicidad" de modo directo; pero en el lado espiritual ganamos inmensamente, mucho más de lo que perdemos. La satisfacción que conseguimos del negarnos a nosotros mismos es preciosa. Es rica en calidad y profunda y ancha como el océano en su importancia.

Muchos piensan que si han de hallar placer han de buscarlo directamente y hacer de ello un objetivo directo, buscándolo, además, en la satisfacción de sus apetitos. No conocen otra forma de felicidad que ésta. Parece que nunca han concebido la idea de que el gozar es realmente el negarse a sí mismos, plenamente, según las exigencias de la razón, Io recto, y la voluntad revelada de Dios. Con todo, ésta es la ley más esencial de la verdadera felicidad. Donde se empieza a evitar la cruz, allí termina la verdadera religión. Puedes orar en tu familia, puedes reprobar el pecado dondequiera que te ofenda, y puedes hacer todo esto sin un negarte a ti mismo cristiano; pero mientras vives en hábitos de auto indulgencia, no puedes defender a Cristo dando la cara y hacer tu deber en todas partes con vigor, y especialmente te hallarás debilitado cuando el camino del deber te conduzca a lugares en que sean heridos tus sentimientos. Y nadie puede esperar escaparse de este tipo de situaciones siempre. Si quieres mantenerte en el camino del deber sin desviarte, y gozar de la vida real y la bienaventuranza, has de decidirte a negarte a ti mismo cuando Dios y la razón te lo pidan, y plenamente, hasta donde te sea demandado. De este modo ganarás más de Io que vas a perder. Si estás resuelto y decidido tu camino será fácil y gozoso.

Ocurre a veces que la corriente total de los sentimientos de un cristiano es hacia la auto indulgencia, de modo que si se le permite que se guíe por sus sentimiento sin duda terminará en un naufragio del alma. Dios, por su parte, le encierra en la fe simple. Entonces, si sigue la guía del Señor, triunfará, y de repente su "alma será como los carros de Abinadab". Se encuentra en mi mente ahora el caso de un hombre que vivió una vez aquí. Después de un período de vida cristiana, salió de entre nosotros, se apartó de Dios gravemente, se volvió prácticamente un infiel, se hizo espiritista swedenborgiano, llegó a ser rico, y cuando uno podría suponer que había alcanzado las alturas de la felicidad terrena, y él mismo lo suponía, de repente entró en un período en que se sentía totalmente desgraciado. Se vio forzado a volver sobre sí mismo y se dijo: "He de volver a Dios y hacer su voluntad, toda ella, sea Io que sea, o de perecer." "Voy a extinguir toda afección del mundo", se dijo. "Nada que sea hostil a Dios va a ser tolerado por mí un momento." Tan pronto como hizo esto, toda su vida y sus goces en la religión regresaron de ello. Entonces su esposa y sus vecinos dijeron de él: "Es verdaderamente un nuevo hombre en Cristo Jesús." A partir de aquel día la paz de Dios rigió su corazón y la copa de su gozo fue llenada a rebosar. Cualquier hombre, por tanto, puede permitirse negarse a sí mismo, pues con ello abre su corazón a los goces de la vida inmortal y la paz. Este es el camino real de la felicidad.

Este punto explica muchos de los hechos de la experiencia cristiana que de otro modo parecen extraños. Aquí tenemos a un hombre que no puede orar delante de su familia. Inquiere más profundamente en su caso y probablemente hallarás que no puede gozar en ninguno de sus deberes religiosos. Inquiere más en la causa y hallarás que no se niega nada a sí mismo, que su vida está regida por las leyes de la auto indulgencia. ¿Cómo puede este hombre agradar a Dios así?

Otro no puede salir y confesar a Cristo delante de los hombres. La verdad es probablemente que no ha decidido negarse a sí mismo nada. Al contrario, a quien niega realmente es a Cristo. Esquiva la cruz. Ah, éste no es el camino del cielo. En este camino no se puede tener comunión con Dios. Pruébalo más veces y hallarás siempre el mismo resultado: no hay paz, no hay comunión con Dios.

Nuestro texto dice: "Tomad vuestra cruz diariamente." Y esto es lo que debes hacer. Este es el único camino posible para vivir santamente. Y debes hacerlo de modo firme, serio, continuo. Debe ser la obra de tu vida, excepto cuando haya un descanso al ganar una victoria substancial sobre tus tendencias a la auto indulgencia. Si un hombre intenta dominar su apetito por las bebidas alcohólicas y lo hace sólo en ocasiones, digamos un día o una semana, y luego se permite libertades entre estos períodos: ha de fracasar totalmente. Nunca va a conseguir nada a menos que tome su cruz diariamente y la lleve en todo tiempo. Debe perseverar en absoluto, o sus esfuerzos no servirán para nada. Precisamente, en proporción a lo estricto que sea en tomar su cruz, ésta va a hacerse más ligera y él más fuerte para llevarla. Cuando un hombre se permite fumar, cada día que se Io permite el tabaco le hace más esclavo. Al contrario, cada día que se abstiene le hace más fácil vencer. Si un hombre de modo resuelto declara: con la ayuda de Dios ninguna concupiscencia, ningún apetito va a dominar sobre mí, y luego se mantiene firme, saldrá vencedor. Aunque al principio emprendas esta obra temblando, si persistes, ganarás terreno. Estos apetitos van a poder menos cada vez en ti. El llevar la cruz te hará más fuerte para la tarea total de la vida cristiana.

El evitar la cruz agravia al Espíritu. Si descuidas tu deber, si dejas de orar en la familia, por el hecho quizá de que hay invitados presentes, puedes estar seguro que esto agravia al Espíritu de Dios. Satán echa estas tentaciones en tu camino, y tú le das toda clase de ventajas contra ti. Es posible que intentes orar en estas condiciones; pero, oh, ¡Dios no está contigo! Has estado en una situación en que debías haber hecho algunas cosas desagradables a la carne y a la sangre; te has escabullido de hacer tu deber; te has ido a la cama cuando debías hacer tu deber. ¿Qué ocurrió entonces a tu alma? No aparecieron espesas nubes que interceptaron la luz del rostro de Dios? ¿Tuviste el consuelo de su presencia? ¿Tuviste comunión con el Salvador? Haz una pausa, por un momento, y pide la respuesta a tu corazón.

Conclusión

1. En tanto que su sensibilidad religiosa no se ha desarrollado, la persona siente una fuerte atracción por los afectos del mundo. ¿Qué sabe de los afectos religiosos del corazón? ¿Qué sabe del amor real de Dios, o de la presencia del testimonio del Espíritu en su corazón de que es hijo de Dios? En realidad, nada. Nunca ha ido más allá de sus tendencias de los sentidos. Naturalmente no ha dado aún los primeros pasos hacia el desarrollo de los afectos celestiales del corazón. Por consiguiente sólo disfruta en lo que es terreno. Su corazón está aquí abajo. Pero a medida que se niega a sí mismo va dándose cuenta y ajustándose a su naturaleza espiritual.

2. Es una cosa grande y bienaventurada para el cristiano el hallar que su naturaleza va siendo conformada más y más, de modo progresivo, en Dios; el hallar que va avanzando por el buen camino y ajustándose, bajo la gracia divina, a las demandas de la benevolencia.

3. Si se persiste en llevar la cruz el resultado es un ambiente maduro espiritualmente. El alma anhela intensamente las manifestaciones espirituales y ama la comunión con Dios. Se le oye decir: ¡Cuán hermoso es el recuerdo de aquellas escenas en que mi alma estaba en quietud delante de Dios! ¡Cómo gozaba mi alma de su presencia! Ahora me doy cuenta de un vacío doloroso en mí, a menos que Dios esté conmigo.

4. Cuando los hombres se dedican a buscar el placer como un objetivo, sin duda van a fracasar en conseguirlo. Toda búsqueda así es necesario que sea vana. La benevolencia lleva al alma más allá de sí misma, y la dispone a hacer la felicidad de los otros. Sólo entonces se consigue la propia.

5. Tu utilidad como cristiano dependerá de que lleves tu cruz y de tu firmeza en este curso de vida; porque tu conocimiento de las cosas espirituales, tu vitalidad espiritual, tu comunión con Dios, y en una palabra, tu ayuda del Espíritu Santo, dependerá de la fidelidad con que te niegues a ti mismo.

6. Si has conocido una vez la bienaventuranza de la vida espiritual, y si tu corazón ha sido mezclado a la imagen de lo celestial, no puedes volver a las ollas de Egipto. Ya no hay la posibilidad de que goces de las cosas terrenas como porción de tu alma. Esto ya está establecido. Abandona al instante y para siempre todo pensamiento de hallar tus goces en los regalos egoístas y mundanos.

7. A los jóvenes quiero decir: vuestras sensibilidades son vivas, y se inclinan a las cosas mundanas. Ahora es el momento de alejar con mano firme al espíritu del mimo y la complacencia personal, antes de que haya ido demasiado lejos para que puedas dominarlo. ¿Te sientes tentado a ceder y tratarte con la manga ancha? Recuerda que es una ley inalterable de tu naturaleza que debes buscar tu paz y bienaventuranza en Dios. No puedes hallarlo en ninguna otra parte. Has de tener a Jesús por amigo o carecer de amigos para siempre. Tu misma naturaleza exige que busques a Dios como tu Dios -- como Rey de tu vida --, la Porción de tu alma para la felicidad. No puedes esperar que pueda ser tal para ti a menos que te niegues a ti mismo, tomes tu cruz diariamente y sigas a Jesús.

8. A los que estando todavía en vuestros pecados no podéis concebir cómo podéis gozar de Dios, y no podéis imaginaros cómo puede el corazón adherirse a Dios, y llamarle mil nombres cariñosos, y verter vuestro corazón en amor a Jesús, permitidme que os pida que consideréis que una comunión así con Dios existe, que hay un gozo así en su presencia, y que podéis tenerlo al precio de negaros a vosotros mismos y de una devoción total e íntegra a Jesús; no de otra manera. Y ¿por qué no hacéis esta decisión? Ya decís: Toda copa de placer mundano está vacía, seca, inútil. Dejadla, pues, soltadla. Desprendeos del mundo y elegid un goce más puro, mejor y que permanece para siempre.

La segunda profecía de Balaam - Jimmy Swaggart