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Venciendo los obstáculos de la oración - Parte 3

miércoles, 29 de abril de 2009

Otro de los obstáculos en la oración del creyente es el enemigo, Satanás. Muchas veces nuestro corazón desfallece cuando vemos que nuestro enemigo es tan poderoso. Parece que nada ni nadie puede oponérsele. Sin embargo, tenemos que declarar que él está vencido.

La derrota del enemigo fue anunciada muy tempranamente, en el mismo huerto de Edén:
"Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Génesis 3: 15). Aquí se habla de dos heridas. La herida del Señor Jesús fue la exposición al vitupero y a la crucifixión; pero la herida de Satanás fue su derrota y destrucción eternas por esa misma crucifixión de Jesucristo en la cruz. "Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él (Cristo) participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (Hebreos 2:14). También fue la derrota de todos los demás poderes infernales (Colosenses 2:15).


En el Antiguo Testamento hay dos figuras o tipos claramente ilustrativos de la derrota de Satanás. En ambos casos la victoria del pueblo de Dios despierta un júbilo desbordante, con canciones y danzas. La primera es la derrota de Faraón de Egipto en el Mar Rojo (Éxodo 14), y la segunda es la derrota de Goliat en manos de David (1 Samuel 17). ¿Cómo no se alegrará el pueblo de Dios por la derrota del enemigo de Dios y enemigo suyo?


Cuando el Señor Jesús comenzó su ministerio derrotó a Satanás en el desierto (Mateo 4: 1-11). Fue la primera vez que un hombre vencía a Satanás en un encuentro frontal. Era la venganza por la derrota del primer hombre, Adán, en el huerto. En esta ocasión, el Señor Jesús ató al hombre fuerte (Mateo 12: 29), y desde entonces comenzó a arrebatarle los hombres que tenía cautivos. Hoy en día, los hijos de Dios tenemos que pedirle al Señor Jesús que le vuelva a atar, que le quite sus armas, para que nosotros podamos repartirnos el botín (Lucas 11: 21-22). Aun más, nosotros mismos –como iglesia– podemos atarle, porque hemos recibido autoridad para hacerlo (Mateo 18: 18).


Por un poco de tiempo tiene todavía algún ámbito en el que puede moverse, pero él está siempre restringido y controlado por nuestro Dios, y por las oraciones de su pueblo. Todavía el Señor se sirve de él para nuestro bien, por eso le permite actuar. Pero la oración del pueblo de Dios es absolutamente efectiva contra él, y debemos de ejercerla con diligencia y exhaustividad, abarcando todas las áreas en que él parece estar interesado en estorbar la voluntad de Dios.


Cuando Daniel oró, hubo fuerzas enemigas que impidieron la llegada de la respuesta por algún tiempo, pero eso no impidió que llegara (Daniel 10: 12-14). Sí ayudó a que Daniel se ejercitara en la oración y en la paciencia.


Así, pues, aun la oposición de Satanás puede favorecernos, si persistimos hasta conseguir el fin de la oración, porque, de paso, nos habremos despojado de la pereza y habremos ganado en paciencia. "...a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas" (Hebreos 6: 12).

Publicado por Administrador en 4:40 p. m.  
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